El barrio que renació: La historia del Manglito y las mujeres que lo salvaron

En las tranquilas aguas de la bahía de La Paz, una vieja panga navega lentamente bajo el sol de noviembre. El motor interrumpe de vez en cuando el silencio, mientras el paisaje despliega su magia: a un lado, el desierto con sus montañas sedientas y, al otro, una delgada franja de manglares que separa las aguas de la Ensenada del Golfo de California. A bordo, cuatro mujeres navegan con un propósito claro: proteger los manglares y sostener a su comunidad. Para ellas, cuidar de esta tierra y su ecosistema es más que una tarea: es su vida.

Ellas son Las Guardianas del Conchalito, un grupo de 12 mujeres del Manglito, un pequeño barrio de pescadores en La Paz. Su misión comenzó cuando el abandono y la pobreza se instalaron en su comunidad, y dejaron de esperar ayuda que nunca llegaría. Se arremangaron y decidieron cambiar la historia: rescataron manglares casi extinguidos, aprendieron técnicas de pesca sustentable, expulsaron a los furtivos con valentía y convirtieron la zona en un ejemplo de turismo responsable. En el camino, estas mujeres descubrieron su propia fuerza e identidad, y su lucha transformó tanto al Manglito como a ellas mismas.

Un ecosistema frágil y vital

La Ensenada, un desierto dentro del mar, alberga manglares más pequeños que en otras regiones de México, pues la lluvia es casi inexistente en Baja California Sur. Este entorno es frágil y esencial, pero durante años fue devastado por la indiferencia y la explotación. Las Guardianas entendieron que para alimentar a sus familias primero debían proteger los recursos naturales que sostenían su forma de vida.

El grupo comenzó a recuperar el manglar desde sus raíces, tanto literal como figurativamente. Hoy, su granja de ostiones, con 12 filas de costales llenos de moluscos que ellas mismas cultivan, simboliza su esfuerzo colectivo. Día tras día, se sumergen en las aguas para limpiar los costales y garantizar el crecimiento de los ostiones, demostrando que el trabajo duro y el respeto por el medio ambiente pueden coexistir.

Años de lucha y hambre

El Manglito fue, durante décadas, víctima de políticas mal diseñadas. Con la llegada de regulaciones estrictas a principios del siglo XXI, los pescadores locales quedaron atrapados en un sistema burocrático ineficiente. Los permisos para pescar no llegaban a tiempo, y la necesidad empujó a muchos a actividades consideradas ilegales. Esto los convirtió en blanco de persecuciones y multas, sumiendo a las familias en la pobreza y llevándolas a migrar o endeudarse.

“Nos criminalizaron por trabajar en nuestras aguas, mientras otros depredaban sin consecuencias”, recuerda Martha García, una de las Guardianas. La sensación de abandono era generalizada, pero las mujeres del Manglito decidieron que no permitirían que su comunidad muriera en el olvido.

El despertar de las Guardianas

El cambio comenzó con dos pioneras: Chelo y Tita, quienes se enfrentaron al deterioro ambiental y social del barrio. Enfrentaron a los furtivos que saqueaban las aguas y comenzaron a limpiar el manglar, donde antes la basura y el abandono reinaban. Su valentía inspiró a otras mujeres, y juntas comenzaron a proteger la zona, a menudo con más coraje que conocimientos.

En 2016, se aliaron con la organización OPRE y, un año después, obtuvieron la concesión de 2048 hectáreas en la Ensenada para desarrollar proyectos de pesca sustentable. La formación con ONGs les enseñó no solo a gestionar recursos, sino también a empoderarse como mujeres. “Aprendí que no soy solo esposa o madre. Soy Martha, una persona independiente”, comparte una de ellas.

La recuperación del manglar

El trabajo de las Guardianas no se limita a la pesca. Recuperar el manglar implicó reabrir canales de marea que habían sido obstruidos por la basura, una tarea que realizaron manualmente, con palas y determinación. Este año, inauguraron un vivero donde cultivan manglares, cuidando cada detalle para asegurar su crecimiento. Han logrado restaurar el 80% de lo perdido y ahora enseñan a estudiantes locales sobre la importancia de conservar el medio ambiente.

Un futuro de esperanza

La lucha de las Guardianas no ha sido fácil. Enfrentaron amenazas del crimen organizado, que intentó aprovecharse de su éxito. Sin embargo, su visibilidad y su trabajo en regla las protegieron. Más allá de eso, su impacto ha transformado la dinámica de género en su comunidad. “Ahora nosotras también ganamos dinero y tomamos decisiones”, dice Chelo. Su independencia ha cambiado no solo la economía local, sino también las relaciones personales y el papel de las mujeres en el Manglito.

El renacer del Manglito y su manglar es un testimonio del poder de la acción colectiva. Estas mujeres, armadas de coraje y resiliencia, han demostrado que es posible reconstruir una comunidad desde sus raíces. Hoy, el horizonte del Manglito no solo está lleno de manglares y ostiones, sino también de esperanza.