Juan Albarrán es uno de los pocos artistas europeos que han logrado integrarse con éxito en la exigente industria del manga japonés. Con una dedicación férrea y un ritmo de trabajo implacable, el dibujante catalán ha alcanzado la impresionante cifra de dos mil páginas publicadas en la reconocida revista Morning, consolidándose como una figura destacada en el competitivo ecosistema del cómic nipón.
Cada mes, Albarrán entrega 20 páginas de Matagi Gunner (editado en España por Norma Editorial), una historia que combina tradición y modernidad a través de la vida de un cazador retirado que, gracias a sus habilidades, se convierte en una estrella del género FPS (First Person Shooter, “disparos en primera persona”). La editorial Kodansha, una de las más importantes de Japón, describe esta obra como «una leyenda sorprendente nacida en una aldea remota», reflejando la fusión de cultura japonesa y narrativa contemporánea que caracteriza el manga.
Un día en la vida de un mangaka europeo en Japón
Desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche, Albarrán pasa sus días dibujando sin descanso, con pequeñas pausas para comer y ejercitarse. Su equipo, compuesto por el guionista Shoji Fujimoto, la editora Ayane Chiba y tres asistentes especializados en fondos, trabaja de forma remota para dar vida a Matagi Gunner. A pesar de la barrera idiomática, la comunicación fluye a través de mensajes en japonés, traducidos con herramientas digitales como DeepL.
A diferencia del manga de acción más popular en Occidente, Albarrán apuesta por viñetas rectangulares y composiciones claras, priorizando la comprensión sobre el impacto visual extremo. Morning, la revista donde publica, pertenece al género seinen, dirigido a lectores de entre 18 y 40 años, interesados en tramas maduras con dilemas morales y conflictos psicológicos profundos.
La meticulosidad en cada detalle es clave en su trabajo. Para definir el diseño del protagonista, Hitonari Yamano, un cazador testarudo inspirado en el personaje de Clint Eastwood en Gran Torino, Albarrán dedicó cuatro meses y más de 70 páginas de bocetos antes de recibir la aprobación de sus editores.
Un sistema que recompensa el esfuerzo
Aunque la exigencia es extrema, el modelo de negocio del manga japonés ofrece a los autores una compensación acorde a su esfuerzo. En el caso de Matagi Gunner, cada integrante del equipo comparte los derechos de la obra, lo que significa que sus ingresos pueden aumentar con nuevas ediciones, traducciones o incluso una posible adaptación al anime o al cine. «Te sientes valorado», comenta Albarrán sobre este sistema de reparto de beneficios.
Su sueño de dedicarse al dibujo profesional nació en su infancia, cuando descubrió Akira, la icónica obra de Katsuhiro Otomo, considerada una pieza fundamental en la historia del manga y el anime. Sin embargo, su camino no fue directo: para tranquilizar a su familia, hizo el servicio militar y obtuvo una diplomatura en Relaciones Laborales, lo que lo alejó del arte por casi 15 años.
Tras una década en Estados Unidos, regresó a Barcelona y decidió recuperar su pasión. Se matriculó en la Escola Joso, donde perfeccionó su dominio de la perspectiva y el escorzo, además de descubrir su talento para el entintado, la técnica que define contornos y aporta profundidad a las viñetas.
De DC Comics a los mangas japoneses
Su entrada en la industria del cómic ocurrió por casualidad: tras compartir su trabajo en internet, un editor de DC Comics le ofreció una oportunidad de última hora para reemplazar a un entintador ausente. Así comenzó su carrera en la prestigiosa editorial estadounidense, donde trabajó en títulos como Injustice, la precuela del videojuego homónimo que reimaginaba a Superman como un tirano y enfrentaba a Batman en una lucha épica.
Sin embargo, la pandemia marcó un punto de inflexión. Con la reducción de encargos y la tendencia a que los dibujantes realizaran también el entintado, Albarrán decidió regresar a su sueño original: el manga. Creó una historia sobre béisbol japonés y, con la ayuda de su fiel traductor digital, la envió a múltiples editoriales niponas.
Su perseverancia lo llevó a trabajar como asistente de reconocidos mangakas, ganando reputación por su disciplina y precisión en las entregas. Finalmente, Kodansha lo seleccionó para Matagi Gunner, un manga que une generaciones a través de la historia de un cazador retirado que se enfrenta al mundo de los videojuegos modernos.
El futuro de un europeo en la industria del manga
Albarrán se enorgullece de haber superado los desafíos del sector y de siempre estar preparado con nuevas ideas. “Mis editores saben que pueden contar conmigo, porque aunque el resultado varíe, nunca me retraso en las entregas”, asegura. Gracias a la colaboración con Fujimoto, ha aprendido los matices de la narrativa japonesa, caracterizada por estructuras de cuatro actos y giros inesperados en lugar de antagonismos clásicos.
El guionista también le rinde homenajes, incluyendo escenarios emblemáticos de su vida, como la Sagrada Familia en Barcelona o la ciudad de Nashville, donde vivió durante su etapa en Estados Unidos.
La historia de Albarrán es la de un soñador que, con esfuerzo y determinación, ha logrado abrirse camino en una industria donde pocos extranjeros han triunfado. Desde sus primeros bocetos hasta sus publicaciones en una de las revistas más prestigiosas de Japón, su trayectoria demuestra que la pasión y la disciplina pueden derribar cualquier barrera cultural o lingüística.