La explosión de clubes de lectura liderados por mujeres se ha convertido en un fenómeno crucial para el sector editorial, impulsado por el deseo de socializar tras la pandemia. Si los personajes solitarios de las pinturas de Edward Hopper vivieran hoy, dejarían sus rincones aislados para unirse al club de lectura más cercano y compartir sus impresiones sobre el libro que acaban de terminar. Nunca antes leer fue tan colectivo como ahora. Estas comunidades han florecido en redes sociales, librerías y círculos de amistades, y su influencia ha captado la atención de las editoriales, que buscan conectar con ellas para impulsar las ventas de sus publicaciones más recientes. Sin embargo, su éxito sigue siendo un enigma, ya que muchos de estos clubes mantienen su independencia de las estrategias comerciales.
“Hoy en día, los clubes de lectura son esenciales para promocionar un libro”, afirma Pilar Gordoa, directora de marketing y estrategia digital de Penguin Random House México y autora de El arte de conquistar lectores (Grijalbo, 2024). Según Gordoa, estos espacios han pasado de ser algo complementario a formar parte integral de las campañas de difusión. En España, la editorial cuenta con más de 2,700 clubes registrados, mientras que en México tiene 613, de los cuales 96 colaboran activamente.
El impacto de la pandemia: un nuevo auge
El auge de los clubes de lectura comenzó durante el aislamiento sanitario. Paola Carola, editora mexicana, fundó su propio club en 2020. “Después del encierro, muchas lectoras, todas mujeres en mi caso, buscábamos experiencias colectivas que antes pasaban desapercibidas”, comenta. Desde entonces, su club ha leído más de 40 libros y cuenta con unas 130 suscriptoras, convirtiéndose en su principal fuente de ingresos. Además de los libros, ofrece postales, guías y materiales complementarios diseñados en colaboración con ilustradoras mexicanas, enriqueciendo la experiencia.
Las redes sociales también han sido clave para este fenómeno. Júlia Peró, escritora española y autora de Olor a hormiga (Reservoir Books, 2024), lanzó su club hace un año y ya cuenta con más de 200 miembros distribuidos en cuatro grupos. “Las editoriales están muy interesadas porque estos clubes representan un mercado asegurado de lectores comprometidos. Hemos llegado a agotar ediciones, especialmente de editoriales pequeñas”, señala Peró.
Aunque no existen métricas exactas para medir su impacto, Penguin Random House reconoce que los clubes son fundamentales para generar recomendaciones de boca a boca. Esto ha impulsado ventas inesperadas, como el caso de Tan poca vida de Hanya Yanagihara, que pasó de ser un título discreto a un fenómeno gracias a su popularidad en estos círculos y su eco en TikTok y YouTube.
Una alianza de mujeres lectoras y escritoras
La mayoría de los clubes están formados por mujeres, quienes lideran este movimiento con una perspectiva inclusiva y colaborativa. En el caso de Paola Carola, su club solo lee a autoras, mientras que en el de Júlia Peró, aunque no hay restricciones de género, los hombres representan menos del 3%. “Las mujeres están más dispuestas a escuchar y compartir, lo que genera espacios de valoración más que de competencia”, explica Peró. Según Nubia Macías, promotora cultural, estos clubes han creado redes humanas que van más allá de lo literario, fomentando un sentido de comunidad y pertenencia.
La calidad de la literatura escrita por mujeres también juega un papel crucial en este auge. En muchos casos, las lectoras buscan autoras que reflejen sus experiencias y perspectivas, reforzando un vínculo especial entre librerías, escritoras y lectoras. “Es un triángulo perfecto”, resume Macías.
Desafíos para los autores
Aunque los clubes de lectura son beneficiosos para el mercado, pueden resultar agotadores para los autores. Muchos son invitados a participar en sesiones con lectores, lo que a veces se convierte en una carga excesiva. “Ser escritor no debería implicar asumir las responsabilidades del equipo de marketing”, opina Júlia Peró. Para Aura García-Junco, el problema radica en la sobreexplotación que exige el ecosistema editorial, especialmente en encuentros poco preparados o grupos demasiado pequeños.
A pesar de estas complicaciones, los clubes siguen siendo un dinamizador fundamental que acorta la distancia entre los libros y sus lectores. Como señala Emiliano Becerril, fundador de la editorial Elefanta, “un club de lectura puede ser ese puente necesario para que un libro encuentre a su audiencia”.
En un mercado saturado, los clubes de lectura funcionan como islas de conexión y recomendación genuina, reafirmando su papel como aliados clave en el mundo editorial.